La vida me ha enseñado que grandes amigos pueden convertirse en desconocidos, y, a su vez, desconocidos en mis mejores amigos; nunca llegamos a conocer a una persona, las circunstancias sitúan a cada uno donde nos corresponde.
Me ha enseñado que, puedo perdonar errores imperdonables, sustituir personas insustituibles y olvidar personas inolvidables. Que puedo valorar de más cosas o a quiénes no lo merecen y poco a otras que sí.
Actúo por impulsos, éstos afloran lo más íntimo del yo, lo que soy, lo que siento.
Ya me decepcioné con quien no pensé, y decepcioné a muchos, abracé para proteger, me dejé abrazar, reí cuando no podía, hice amigos eternos, amé y fui amado, rechacé, me rechazaron, me amaron y no supe corresponder, grité, salté de felicidad, viví el amor e hice promesas -algunas las incumplí-, ya lloré con recuerdos y, de todo esto, doy gracias porque aún sigo aprendiendo.